Células verdes

El enigma de la longevidad potencial: ¿Qué secretos guardan los cazadores-recolectores?

En la era moderna, nos enorgullecemos de haber aumentado significativamente la esperanza de vida gracias a los avances médicos y tecnológicos. Sin embargo, un análisis más profundo revela una paradoja intrigante: ¿es posible que, a pesar de vivir más años en promedio, nuestra longevidad potencial —la capacidad biológica máxima de vida— haya disminuido en comparación con nuestros antepasados cazadores-recolectores?

Es fundamental no confundir la longevidad potencial con la esperanza de vida media. La longevidad potencial se refiere a la máxima duración de vida biológicamente posible para nuestra especie, determinada por factores genéticos y fisiológicos. Por otro lado, la esperanza de vida media es un cálculo estadístico que representa el promedio de años que se espera que viva una persona en una población dada, influenciada por factores como la mortalidad infantil, las enfermedades, los accidentes y las condiciones socioeconómicas. Mientras que la esperanza de vida media ha aumentado significativamente en las últimas décadas debido a la erradicación de la pobreza y a mejoras en salubridad, higiene y nutrición, la longevidad potencial es un concepto más estable que refleja nuestra capacidad biológica inherente para una vida larga. Nuestra discusión se centra en cómo los estilos de vida modernos podrían estar afectando negativamente esta capacidad intrínseca, a pesar de los avances que han extendido la esperanza de vida media.

Contrariamente a la creencia popular, el sistema sanitario no es el factor determinante en nuestra salud y longevidad. El Informe Lalonde de 1974 demostró que el sistema sanitario influye apenas en un 15% en la salud de la población. Los factores más influyentes incluyen el estilo de vida, el medio ambiente y la biología humana.

Más allá de estos, los determinantes sociales de la salud juegan un papel crucial. Entre ellos, los más importantes son el nivel socioeconómico (trabajo y vivienda digna), educación, el entorno comunitario, las redes de apoyo social y los lazos familiares.

Estos factores estructurales tienen un impacto acumulativo en la salud a lo largo de la vida, superando con creces la influencia del sistema sanitario.

 La paradoja de la longevidad moderna. Aunque la esperanza de vida media ha aumentado, varios factores sugieren que nuestra longevidad potencial podría haber disminuido. Entre ellos, destacamos los siguientes:

- Estilo de vida moderno: Dietas poco saludables, sedentarismo y estrés crónico contribuyen al aumento de enfermedades crónicas.

 - Exposición a contaminantes: La presencia de sustancias tóxicas en nuestro entorno, ausentes en épocas prehistóricas, afecta negativamente nuestra salud a largo plazo.

- Dependencia de la medicina moderna, parasitada por los intereses comerciales, que muestra eficacia en enfermedades agudas, pero fracasa estrepitosamente en el abordaje de las enfermedades crónico degenerativas, aparte de los altos índices de iatrogenia.

 - Reducción de la diversidad genética: La urbanización y las migraciones masivas han disminuido nuestra capacidad de adaptación a desafíos ambientales.

- Alteración del microbioma humano: Las dietas modernas y el uso excesivo de antibióticos han reducido la diversidad de nuestro microbioma intestinal, crucial para la salud.

Los cazadores-recolectores como modelo de salud metabólica y cardiovascular. Estudios recientes sobre poblaciones de cazadores-recolectores revelan datos fascinantes sobre su salud y longevidad. Una revisión exhaustiva de trabajos sobre salud, actividad física, energética y dieta en sociedades de pequeña escala (como cazadores-recolectores, agricultores de subsistencia y pastores) complementada con nuevos datos de los Hadza de Tanzania, destaca que su longevidad era comparable a la de las poblaciones industrializadas.

Ello era debido a las bajas tasas de enfermedades metabólicas y cardiovasculares, que eran muy raras; a la baja prevalencia de la obesidad (<5%), y al bajo porcentaje promedio de grasa corporal (mujeres: 24-28%, hombres: 9-18%); a la alta actividad física, superando los 100 minutos diarios de actividad moderada y vigorosa y a las dietas que, siendo menos densas en energía (¿restricción calórica?), eran más ricas en fibra y micronutrientes que las dietas modernas.

Estos hallazgos sugieren que los cazadores-recolectores pueden servir como modelos en salud pública para comprender las causas evolutivas de las enfermedades no transmisibles en la sociedad moderna.

Si bien los cazadores-recolectores pueden tener una longevidad comparable a la de las sociedades industrializadas, su calidad de vida en la vejez y su resistencia a enfermedades crónicas modernas podrían ser superiores. Su estilo de vida activo, dieta natural y menor exposición a enfermedades crónicas modernas podrían haber favorecido una longevidad potencial más alta.

 Es por ello que no es descabellado sospechar que nuestra longevidad potencial haya podido disminuir, a pesar del aumento en la esperanza de vida. Y ello plantea preguntas importantes sobre cómo equilibrar los beneficios del progreso tecnológico con un enfoque más natural para preservar nuestra salud y capacidad biológica.

Aunque no hay un consenso científico claro sobre esta hipótesis, los hallazgos sobre la salud metabólica y cardiovascular de los cazadores-recolectores respaldan la necesidad de reconsiderar nuestros estilos de vida y prioridades en salud pública. Adoptar un enfoque más holístico que considere no solo la atención médica, sino también los factores socioeconómicos, ambientales y de estilo de vida que influyen en nuestra capacidad de vivir vidas largas y saludables, podría ser clave para mejorar tanto la esperanza de vida como la longevidad potencial en la sociedad moderna.

Este debate nos invita a reflexionar sobre cómo podemos aprender del pasado para construir un futuro más saludable y longevo.

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