Células verdes

Occidente y la OTAN ante el espejo de la vergüenza

La respuesta internacional a la guerra de Gaza ha exhibido un doble rasero difícil de conciliar con los principios que Occidente dice defender. En el plano jurídico y humanitario, el tablero ya no es un vacío: hoy la Comisión de Investigación de la ONU concluyó que Israel ha cometido genocidio en la Franja de Gaza, una calificación gravísima que Israel rechaza pero que, aun sin ser una sentencia judicial, eleva el listón del escrutinio público y político. A ello se suman las medidas cautelares de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en el caso Sudáfrica c. Israel —primero el 26 de enero de 2024 y reforzadas el 24 de mayo de 2024—, que constatan un riesgo plausible bajo la Convención de 1948 y ordenan medidas sobre ayuda humanitaria e incitación. En paralelo, en la Corte Penal Internacional (CPI) el fiscal solicitó el 20 de mayo de 2024 órdenes de arresto contra líderes de Hamas y de Israel por crímenes de guerra y de lesa humanidad; el 21 de noviembre de 2024 la Sala de Cuestiones Preliminares emitió órdenes de arresto y desestimó las impugnaciones de jurisdicción del Estado de Israel. No es cierto, pues, que “nadie pueda decir nada hasta que hable el TPI”: ya hay resoluciones y actos formales de máximo nivel, y ahora un informe de una comisión independiente de la ONU que emplea el término “genocidio”.

La infancia ha sido el rostro más atroz de esta guerra. UNICEF cifra en más de 50.000 los niños muertos o heridos desde 2023 y ha alertado en las últimas semanas de riesgos extremos para centenares de miles de menores en Gaza, con malnutrición aguda y hambruna. Estas cifras explican por qué una parte significativa de la opinión pública internacional reclama respuestas coherentes y proporcionadas en todos los foros.

Esa coherencia, sin embargo, no se ha visto en el deporte y la cultura. Tras la invasión de Ucrania, la reacción contra Rusia fue fulminante: el 28 de febrero de 2022 la IOC recomendó excluir a atletas y oficiales rusos y bielorrusos, y FIFA/UEFA suspendieron ese mismo día a todas las selecciones y clubes rusos de sus competiciones “hasta nuevo aviso”. Para París 2024, el COI creó la figura de Atletas Individuales Neutros (AIN), con un Panel de Revisión de Elegibilidad (AINERP) establecido en marzo de 2024, que vetó equipos, símbolos y el desfile de apertura, permitiendo solo a un número muy limitado de deportistas competir tras una criba estricta.

En el caso de Israel, UEFA no decretó una suspensión general: prohibió jugar en Israel por razones de seguridad y trasladó partidos a sedes neutrales (como Budapest), pero sin excluir a sus selecciones y clubes de las competiciones europeas. Cuando se le acusó de doble vara, el COI replicó que el caso ruso era “único” y no comparable con otros conflictos. En suma, con Rusia se aplicó veto y neutralidad estricta; con Israel, continuidad competitiva bajo ajustes de sede y protocolo.

La cultura popular mostró el mismo contraste. La Unión Europea de Radiodifusión (EBU) excluyó a Rusia de Eurovisión el 25 de febrero de 2022; Israel, por el contrario, compitió tras modificar la letra de su canción en marzo de 2024 para ajustarse a la regla de neutralidad política. Hoy, RTVE ha dado un paso inédito entre los “Big Five”: España no acudirá a Eurovisión 2026 si Israel participa, sumándose a otros países que condicionan su presencia.

Quienes recuerdan los precedentes de la OTAN se preguntan por qué entonces sí hubo acción contundente: en Kosovo (1999), la Alianza bombardeó durante 78 días sin mandato del Consejo de Seguridad, amparándose en la “intervención humanitaria”. Human Rights Watch documentó alrededor de 489–528 civiles muertos por la campaña aérea. La comparación no busca equiparar conflictos, sino subrayar la asimetría actual entre el peso de medidas jurídicas e informes (CIJ, CPI y una comisión de la ONU que habla de genocidio) y la ausencia de vetos generalizados en deporte y cultura frente a Israel, donde se han preferido soluciones técnicas (sedes neutras, letras retocadas) que diluyen la respuesta sistémica.

Fechas clave que ayudan a entender el contraste: 25-feb-2022, la EBU expulsa a Rusia de Eurovisión; 28-feb-2022, IOC recomienda la exclusión y FIFA/UEFA suspenden a Rusia; 8-dic-2023 y 19-mar-2024, el COI fija condiciones estrictas y crea el AINERP; oct-2023 en adelante, UEFA impide jugar en Israel y mueve partidos a neutrales; 26-ene-2024 y 24-may-2024, órdenes de la CIJ; 20-may-2024 y 21-nov-2024, solicitudes y órdenes de la CPI; mar-2024, Israel compite en Eurovisión tras cambiar la letra; 12-sep-2025, UNICEF alerta de riesgos extremos para >450.000 niños en Gaza y mantiene el cómputo de >50.000 menores muertos o heridos; 16-sep-2025, la Comisión de la ONU habla de genocidio y RTVE anuncia el boicot a Eurovisión 2026 si participa Israel. Taken together, estos hitos retratan una incoherencia entre la gravedad constatada por organismos internacionales y la timidez de sanciones simbólicas en arenas con enorme impacto de opinión.

Debemos exigir que si en 2022 el ecosistema deportivo y cultural aplicó vetos inmediatos y neutralidad estricta a Rusia por una agresión internacional, hoy, con órdenes de la CIJ, órdenes/solicitudes de la CPI y un informe de la ONU que califica como genocidio la conducta de Israel, corresponde alinear criterios en deporte y cultura; proteger de forma efectiva a la infancia según las alertas de UNICEF; y cumplir y hacer cumplir el Derecho Internacional, cooperando con la CPI y atendiendo el mandato cautelar de la CIJ. La credibilidad de nuestras instituciones —y el mensaje que enviamos a las víctimas— dependen de ello.

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