Células verdes

Una reflexión necesaria sobre el silencio en torno al cáncer

El reciente fallecimiento de Verónica Echegui nos invita a reflexionar sobre un tema delicado pero ineludible: el papel del silencio cuando las figuras públicas padecen cáncer.

Sin poner en cuestión la decisión personal de la actriz ni de su familia —que merecen respeto absoluto—, no puede ignorarse que este silencio contribuye, quizá sin pretenderlo, a mantener la enfermedad bajo un velo de tabú que desde hace décadas intentamos superar.

A las personas diagnosticadas se les pide constantemente que normalicen su situación, que se liberen del estigma histórico y que rompan con la percepción del cáncer como algo vergonzante o innombrable. Profesionales de la salud, asociaciones de pacientes y los propios enfermos trabajan sin descanso para situar el cáncer en su justa dimensión: una enfermedad grave, sí, pero de la que se puede y se debe hablar con naturalidad.

En ese camino, las figuras públicas tienen un papel determinante. Sus testimonios no solo ayudan a visibilizar la realidad de la enfermedad, sino que aportan fuerza y acompañamiento a quienes la sufren. Cuando alguien conocido comparte su experiencia, miles de pacientes se sienten menos aislados y más comprendidos.

Al optar por el silencio sobre el tipo concreto de cáncer, se perdió la oportunidad de enviar un mensaje esperanzador y constructivo a quienes luchan día a día. No se trata de exigir detalles íntimos ni de convertir la enfermedad en espectáculo, sino de contribuir a que el cáncer ocupe el lugar que le corresponde en el discurso social: el de una realidad de salud que no debería ser un tema prohibido.

Esta reflexión no pretende juzgar a Verónica ni a su entorno, cuyas razones para preservar la intimidad son perfectamente legítimas y comprensibles. Sin embargo, como sociedad necesitamos poner sobre la mesa un problema más amplio: la reticencia persistente a nombrar el cáncer sin rodeos ni eufemismos. Esa actitud no favorece ni a quienes lo padecen ni a quienes lo combaten desde la investigación y la asistencia sanitaria.

Quizás haya llegado el momento de preguntarnos si, además de los derechos individuales —incuestionables—, existe también una responsabilidad colectiva en la construcción de una sociedad que mire al cáncer de frente, sin eufemismos ni silencios que perpetúan antiguos estigmas.

El verdadero homenaje a quienes han luchado contra esta enfermedad consiste, precisamente, en hablar de ella con la naturalidad que merece cualquier problema de salud en pleno siglo XXI.

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